miércoles, 4 de enero de 2012

Maneras de empezar el año



Ponte el vestido de tu madre después de las campanadas para no estropearlo, sí, el vestido de terciopelo negro y seda verde esmeralda, póntelo justo después de que te hayan maquillado y justo después de dar a tu chico el último beso del año que acaba en once, en un homenaje al de doce meses antes, dónde está el móvil, me lo habré dejado allí, aquí, donde sea, ponte entonces el vestido, después de tomar las aceitunas, jamás las uvas, de brindar y de tragar rápido el cava que no te gusta, después ponte tus primeros tacones, sí, los que tú llamas tacones aunque sean ridículamente bajos, pero acaban en punta y eso es suficiente y te gustas, te gustan, así que póntelos y sal a la calle, sin guantes, que hay que empezar al año, sal a divertirte, a buscar a los amigos, mira a tu chico y dile que qué bien le sienta el traje, díselo cuando esté conduciendo para que no pueda hacerte cosquillas o decirte que tú más, que el vestido mejor, díselo entonces porque si responde, puedes hacerte la tonta y replicar, ahí está el Torreluna, nos lo hemos saltado, gira, vuelve, es esto el parking o qué, qué hora es, hace frío, dónde están los demás. Y cuando estéis ya, los seis, entrad, guardad los abrigos, los bolsos, incluso sé temeraria y no cojas las bailarinas, entrad en la carpa y tú busca un sitio para estar, de esos que te gustan, en donde no haya demasiada gente y donde se pueda bailar, porque esa es tu intención, bailar toda la noche, deshacer lo que te han hecho en la peluquería y que te duelan los pies; deja que poco a poco te acostumbres a la música, porque eso no es pop de los sesenta ni nuca lo será, me temo, pero encontrarás el ritmo perdido por alguna costura de la carpa y además encontrarás siempre a tu chico, dispuesto a hacerte reír imitando la forma en qué George Harrison, Georgie, tocaba la guitarra, pero la sonrisa estampada en sus labios es tan sólo la suya, de nadie más, la sonrisa de niño pequeño que saca a su chica a bailar por primera vez, el niño que conduce y te acompaña a la barra a pedir ron con cocacola y te sigue el juego cuando dices, hey, están tocando Twist and Shout, mira, escucha, let’s shake it all baby now, y él, shake it all baby, y luego bailad como Ringo en A Hard Day’s Night, qué noche la de aquel día, qué noche ésta, la de este último de día de año que de repente es el primero de otro que termina en doce, y gira, baila, no pares, sigue bebiendo a sorbos pequeños y sonriendo a tragos enormes, sigue mirándolo así, para que sepa que tú eres feliz y que no necesitas mucho más, hasta las cinco, claro, estoy cansada, cielo, vámonos a casa, y de nuevo, con paciencia, al coche, con cuidado, cielo, no te despistes, y te acompaña al portal, te sujeta la puerta, te besa bajo la luz azul del ascensor, buenas noches, Natalia, en inglés, como le gusta, como te gusta, y desmaquíllate, vete a la cama, pero no duermas hasta que él te avise de que ha llegado a casa y entonces sí, cierra los ojos, apaga la luz, muerde la almohada y luego despierta, despierta en un día que es el mismo en el que te acostastes pero en el que hay música clásica a todo volumen y desayunas escuchándola, y hablas por teléfono escuchándola, y te duchas escuchándola y luego baila el Danubio azul en pijama o en albornoz o en zapatillas de estar por casa, aplaude con la marcha Radetzky y llama de nuevo a tu chico para arrancarle la promesa de que te llevará a ver el concierto algún día y luego ve al ordenador y vuelve a esa música pop de los sesenta que tanto te gusta y que tan bien te siente y mira las fotos de la noche pasada y sonríe, sobretodo sonríe, y empieza el año con esa sonrisa nueva, de niña recién levantada a la que sacan por primera vez a bailar.